En el conocidísimo pasaje de 1 juan
4:8, el apóstol juan declara que “dios es amor”. No dice simplemente que dios
puede amar, o que él ejerce constantemente su amor de muchísimas maneras, sino
que el amor es la esencia de su ser, de su naturaleza, de tal manera que no
podemos concebirlo sin amor. Como ha dicho un teólogo: “el amor permea de tal
manera su carácter que éste define lo que él real y esencialmente es. Él nunca
podría abandonar su disposición a dar y ser bueno, porque esto es integral a su
ser. El amor caracteriza tan completamente la naturaleza de dios que ésta
excluye hasta el último gramo de egoísmo de sus pensamientos y acciones.”
Ahora bien, en esa misma epístola,
juan nos dice que dios es luz (1 juan 1:5), es decir, que su carácter también es
completamente permeado por su pureza moral. Así como no podemos concebir a dios
sin amor tampoco podemos concebirlo sin santidad. Su santidad y su amor actúan
en sincronización, como las alas de un ave en perfecto vuelo.
Dios no deja de ser santo para poder
amar, ni deja de amar para poder ser santo. Él es perfecto en amor y perfecto
en santidad. O para ponerlo de otro modo, él ama con un amor perfectamente
santo. De manera que el amor y la santidad de dios no son atributos que
se oponen entre sí, como tampoco se oponen en el ser de dios el amor y la
justicia. Dios es amor, pero es al mismo tiempo un dios justo que castiga
justamente el pecado de sus criaturas.
Muchas personas no pueden entender
cómo un dios de amor puede ser, al mismo tiempo, un dios que castiga a los
pecadores. Pero la ira de dios no es incompatible en absoluto con su amor, sino
que emana de su amor. Alguien que ame a los niños no puede permanecer indiferente
ante aquellos que les hacen daño. Pues de la misma manera el amor de dios le
lleva a oponerse con todo su ser al pecado que daña y destruye al hombre que él
creó a su imagen y semejanza. Un dios indiferente que no se aíra ante el pecado
no puede ser un dios de amor.
Esto lo vemos claramente ilustrado en
la cruz del calvario; allí la justicia de dios quedó plenamente satisfecha y su
amor quedó demostrado de la forma más sublime: dios el hijo, siendo inocente,
cumplió la sentencia merecida por pecadores culpables, para poder otorgarles
libremente perdón y vida eterna sin pasar por alto la justicia divina. “porque de
tal manera amó dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (juan 3:16).
© Por El Pastor Sugel Michelén
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