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lunes, 23 de abril de 2012

¿Justifica Dios la Mentira?


La pregunta se concentra alrededor de lo ocurrido en textos como Ezequiel 14:9; 1 Reyes 22:23 y Josué 2:1-8.    Veamos: "Josué hijo de Nun envió desde Sitim dos espías secretamente, y les dijo: «Id a explorar la tierra y a Jericó». Ellos fueron, entraron en casa de una ramera que se llamaba Rahab y se hospedaron allí. Entonces le fue dado este aviso al rey de Jericó: --Unos hombres de los hijos de Israel han venido aquí esta noche para espiar la tierra.

El rey de Jericó mandó a decir a Rahab: --Saca a los hombres que han venido a verte y han entrado a tu casa, porque han venido para espiar toda la tierra. Pero la mujer había tomado a los dos hombres y los había escondido. Luego dijo: --Es verdad que unos hombres vinieron a mi casa, pero no supe de dónde eran. Cuando se iba a cerrar la puerta, siendo ya oscuro, esos hombres salieron y no sé a dónde han ido. Seguidlos aprisa y los alcanzaréis. Pero ella los había hecho subir al terrado, y los había escondido entre los manojos de lino que tenía puestos en el terrado. Los hombres salieron tras ellos por el camino del Jordán, hasta los vados, y la puerta fue cerrada después que salieron los perseguidores. (Josué 2:1-8). Antes que ellos se durmieran, ella subió al terrado y les dijo: Josué 2:9-14.

 ¿Fue Rahab justificada por mentir?
Por supuesto que no. Dios no puede ser glorificado mediante la mentira. Pero... ¿No nos dice Santiago que <Rahab> la ramera fue justificada por obras"? (Sant.2:24-26). En primer lugar la respuesta es sí, pero su "obra" no fue mentir, sino reconocer al Dios de los Hebreos y actuar conforme al plan trazado que estos espías se disponían a llevar a cabo según la voluntad de Dios. De forma tal, que ella pudo reconocer al verdadero Dios a los cuales los espías servían; y que los dioses que ella y sus conciudadanos servían no eran más que pedazos inertes de madera, metales y barro.

En segundo lugar Rahab no le mintió a Dios de los hebreos, sino al rey de Jericó; y su actitud al hacerlo era una decisión crucial para ella y toda su familia. Aunque no sabemos en nuestro limitado conocimiento como podría haber alcanzado el fin de preservar su vida al ser salvada por Dios si en lugar de haber escondidos a los espías los hubiese denunciado.

Hay ocasiones en nuestra vida en que debemos de elegir no necesariamente entre el bien y el mal, sino el menor de dos males. Rahab se encontraba en una difícil posición o más bien en una encrucijada en la que tenía que decidir entre una cosa y la otra. Para ella mentir al rey de Jericó era un acto inmoral siendo desleal a su pueblo, patria y nación al tiempo de ser sentenciada por alta traición en caso de ser descubierta; por otro lado el  mal podía ser mayor si declaraba  que tenía escondidos a los dos espías; si lo hacía, ella y todas sus familias iban a perecer igualmente bajo los juicios de Dios por manos del pueblo judío.


Se ha de notar que la importancia de este relato A diferencia de Numero 13, no se interesa por la información que pudieron obtener de los espías ni por los planes para la invasión de Jericó, sino en poner de relieve la fe de Rahab y la ayuda que prestó a los israelitas. Cf. Heb 11.31; Stg 2.25.


©  Por Luis Rodríguez. Débil es la razón sino se llega a comprender que hay un Dios que la sobrepasa.  . Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia en virtud de proclamar el Señorío de Cristo nuestro Dios.










lunes, 19 de diciembre de 2011

La Justicia de Dios


    ¿Cómo puede Dios justificar al impío y seguir siendo justo?


<<Mas al que no obra,  sino cree en aquel que justifica al impío,  su fe le es contada por justicia>>. (rom.4:5) El termino <justificar> puede significar: restaurar o vindicar a un estado de reconciliación por medio de la fe con Dios, aquellos que se hallan bajo el juicio de la ley.

La ley de Dios demandaba: <<y amarás a Jehová tú Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas>> (Deut. 6:5), pero todo hemos amado otra cosa más. Eso es lo que el pecado, deshonrar a Dios prefiriendo otra cosa más que ÉL, y actual conformes a esas preferencias; por consiguiente, la biblia dice: << por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios. >> (Ro.3:23). Disfrutamos lo que más apreciamos y eso no es de Dios; por lo tanto, el pecado no es algo pequeño, porque no es algo contra un soberano pequeño.<Alguien decía la seriedad de un insulto aumenta según la dignidad del insultado>,  es una ley de Dios que todos hemos violado, no castigar sería injusto, seria aceptar la  degradación de Dios; y el pecado reinaría por toda la eternidad.

Ahora bien: ¿Es acaso que Dios decide pasar por alto nuestra culpabilidad y decretar una amnistía? ¡De ninguna manera! La justificación y la amnistía no son sinónimas. Cuando se proclama una amnistía se está pasando por alto un mal proceder y renunciando llevar el caso a la justicia (esta palabra proviene del griego amnistía que significa “olvido”). Pero si Dios hiciera algo así, estaría actuando en contra del más elemental principio de justicia establecido por Él mismo:

“El que justifica al impío, y el que condena al justo, ambos son igualmente abominación a Jehová” (Pr. 17:15). Dios no puede hacerse de la vista gorda en lo que respecta a nuestros pecados porque de hacerlo así, dejaría de ser justo y si Dios dejara de ser justo dejaría de ser Dios.

            En  romano. 4:5 Pablo dice claramente que “Dios justifica al impío”. ¿Cómo puede Dios hacer eso? ¿Declarar justo a un culpable y al mismo tiempo seguir siendo justo? Imputándole a Cristo nuestros pecados e imputándonos a nosotros la justicia perfecta de Cristo por medio de la fe.

Y aquí hemos introducido otro término teológico que necesita ser explicado: la palabra “imputación”. Es la traducción literal de la palabra que RV traduce como “contada” en Rom. 4:3: “Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia”.
El significado básico de este término es “poner en la cuenta de alguien o acreditar”. Cuando un niño hace algo malo, y luego le dice al padre que fue su hermano quien lo hizo; él está imputándole su falta a su hermano.
Una de las ilustraciones más hermosas de imputación del Nuevo Testamento la encontramos en la carta de Pablo a Filemón. Allí se trata el caso de un esclavo llamado Onésimo el cual había escapado de su amo y muy probablemente después de haberle robado. (Fil. 1:1-18)
            De una manera providencial este esclavo se topa con Pablo en Roma quien le predica el evangelio. Onésimo se convierte y ahora Pablo lo envía de vuelta a su amo pidiéndole en una carta que lo reciba de nuevo, ya no como un esclavo, sino como un hermano en Cristo.
“Y si en algo te dañó, o te debe – le dice Pablo en el versículo 18, ponlo a mi cuenta” (la misma palabra de Rom. 4:5). Pablo le pide a Filemón que la deuda de Onésimo se la imputara a él. Y eso es precisamente lo que hace Dios con el pecador cuando éste deposita su fe en Cristo.

            La palabra griega cuando se usa en el término fe es (gr. Pisteuo) significa (creer, confianza) sinónimo de seguridad y esperanza». La primera vez que este verbo aparece en el AT es cuando se usa de Abraham: «Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia» (Gen_15:6). A si mismo bajo la conclusión de romano 4:5, la fe del creyente también es contada por justicia.

            La fe (Es la acción  de Dios revelada en Jesucristo mediante el cual, bajo el ofrecimiento de la gracia, es otorgada al creyente que confía en la obra de Jesús en la cruz) <<Porque por gracia sois salvos por medio de la fe;  y esto no de vosotros,  pues es don de Dios>> (Efe 2:8). Significa que la fe cristiana se concibe primariamente a la luz de la gracia; la cual ha venido a ser la dadiva, el regalo que se ofrece al creyente de parte de Dios de quien lo recibe. A sí que la fe es un don de Dios y viene por o ir la palabra de Dios (Rom. 10:17)

            En la cruz del calvario todos nuestros pecados le fueron imputados a Cristo, de manera que Él pagó por ellos como si Él mismo los hubiera cometido; y al mismo tiempo la justicia perfecta de Cristo nos fue imputada o puesta en nuestra cuenta: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él” (2Cor. 5:21).
            Un hombre puede haber cometido un crimen y ser encerrado por años en una institución penal. Cuando cumpla su condena, a los ojos de la sociedad será un criminal perdonado. Pero cuando Dios justifica al pecador, no lo ve meramente como un pecador perdonado, sino más bien como una persona justa que ha cumplido perfectamente Su ley moral.
            Por otra parte, un juez puede descargar a un acusado, declararlo inocente, y no volverle a ver nunca más en su vida. Pero cuando Dios justifica al pecador, no sólo lo absuelve, sino que también lo adopta como hijo, con todos los derechos y prerrogativas que eso implica.
     Alguien puede estarse preguntando: ¿Pero cómo puede ser posible que Dios haga algo así, justificar de ese modo a un pecador culpable y seguir siendo justo?   Eso lo veremos en la próxima entrada; y  ¿cómo puede el pecador recibir de Dios un beneficio tan extraordinario? Esa es la segunda pregunta que quiero responder en esta ocasión.   [...]